31/1/14

Las bancarrotas de España: Somos líderes


El tiempo del rescate en España parece que ya ha pasado, de hecho parece que realmente la economía, lentamente empieza a remontar, quizás no para ti pero si para el país. Sin embargo, y esto es algo de lo que hablan muchos expertos, el tamaño de la deuda pública acarreará graves problemas en un futuro no muy lejano; de hecho estamos en el punto en el que la deuda es tan grande que necesitamos emitir más deuda para hacer frente a vencimientos de la misma, lo cual indica el problema de “bola de nieve” que tenemos ante nosotros.

Esto no deja de ser curioso, porque, aunque sólo sea por experiencia, deberíamos saber gestionar la deuda pública y conocer sus limitaciones y sus peligros como expertos. No en vano somos el primer país emisor de deuda en la historia, así como el primer país que tuvo una bancarrota que motivó el impago de la misma y también el que más bancarrotas ha tenido; todo lo cual nos coloca una serie de medallas que, por suerte, al ser la economía muy poco amiga de la historia, no nos afectan demasiado.

Fue durante nuestro más glorioso siglo XVI, mientras nuestros tercios asolaban los campos de batalla europeos, nuestras finanzas destruían fortunas (también las creaban, sin duda) y, sobre todo, destruían nuestra propia economía, destrucción de la que algunos piensan que jamás nos hemos recuperado.

Y fue Felipe II el que a principio de su reinado se enfrentó al vencimiento de deuda heredada de su padre (está claro que Carlos I le dejó a su hijo unos problemas acordes al poder que le otorgaba), eran los “Asientos”, una especie de bonos, que obligaban a la corona española al pago de un principal más unos intereses en un plazo de tiempo. Y, aunque supuestamente estos asientos estaban respaldados por el río de oro y plata proveniente de América,  en 1557 se declaró la primera bancarrota, donde los más afectados fueron los Fugger. Resulta también curioso que ya desde aquella época los banqueros alemanes comprasen deuda española, obteniendo con ello una serie de ventajas adicionales que les daría más poder o les arruinaría indistintamente. A partir de ese momento, los problemas de la hacienda española se suceden:

En 1519 ya se había avisado suspendiendo pagos del principal de la deuda, aunque se respetaron los intereses. En 1575, otra bancarrota, aún peor. Se procede a una “quita y espera”, supongo que otro invento español. En 1596 tuvo lugar la emisión de los primeros bonos de “Deuda Soberana” acompañados de una nueva suspensión de pagos.

En 1607 tenemos una nueva bancarrota, aunque los años anteriores ya había habido suspensiones de pagos y problemas diversos. En 1627 otra más, que se lleva por delante la mitad del sistema financiero europeo. La procesión continuaría en 1647, 1652, 1662 y 1666.

Ya con los Borbones, tras un periodo de calma propiciada por una generación de políticos medianamente competentes, tenemos la crisis de 1799, cuando cristalizó la desmesurada emisión de los “Vales Reales” en una nueva bancarrota.

En cuanto a nuestro s. XIX, con su colección de grandes gestos y hombres, su tropa de gobernantes innombrables, las guerras contra otros, si los había, y si no, contra nosotros, reyes de ida y vuelta, etc. evidentemente daría muchos quebraderos a nuestra economía. Así, en 1866, tras muchos años de problemas, se produce la crisis del ferrocarril y en 1872, se produce una nueva bancarrota que se salda con la adquisición de las minas de Rio Tinto por parte de los ingleses (al cabo de un tiempo devolvieron las minas pero descubrieron el Jerez). Se cierra este siglo con la bancarrota de 1882. Y por último, la de 1939, en la que la España franquista no asumió la deuda que proviniera del gobierno republicano.

Trece bancarrotas que nos coloca en el primer puesto mundial en este sentido. Bancarrotas que cuentan cómo la historia de nuestro país puede ser explicada por una serie de hechos invariables: pésimos gobernantes, corrupción desmesurada, ausencia de empresarios competentes, analfabetismo e incultura recalcitrante y una sociedad adormecida y aclimatada que sólo es capaz de despertar por hambre y, que cuando lo hace, su propia incultura le lleva por caminos plagados de hechos salvajes hacia el mismo punto prácticamente de donde partió: nuevos gobiernos de políticos igual de corruptos que los anteriores, perpetuidad del sistema de valer más por ser quien eres y no por tus méritos y la terrible incultura que nos lleva a mirar hacia nuestro ombligo mientras nos quejamos amargamente de nuestra suerte y esperamos de la Gracia Divina mejorar nuestro miserable existir.