18/12/13

Todos podemos hacer algo para mejorar España

Todos podemos hacer algo para mejorar España


Si de algo creo que nadie me puede acusar es de iluso o confiado en que las cosas cambien por la bondad o inteligencia de los seres humanos. Por desgracia, somos más perezosos y tontos de los que creemos ser. Nos quejamos de los bancos, pero muchos afectados por preferentes siguen tendiendo la cuenta en la entidad que les engañó. Nos quejamos de los partidos políticos dominantes, responsables de tener aún hoy una legislación hipotecaria decimonónica y claramente desequilibrada en favor de los intereses de las entidades financieras, pero siguen teniendo un sustrato electoral que les vota (me gustaría creer que no de familias desahuciadas, pero me temo que es mucho creer).

Hay varias formas de cambiar el mundo que nos ha tocado vivir. Una es muy personal e introspectiva; cambiamos la realidad alterando nuestra percepción. Puede parecer una disquisición de mal libro de autoayuda, pero no deja de tener respaldo científico y práctico: la vida mejora simplemente viendo lo que en ella ocurre de forma positiva. Podemos buscar la flor perfecta toda nuestra vida y morir sin haberla encontrado, muertos de pena, o bien interpretar sabiamente que todas las flores son perfectas. En este segundo caso, en definitiva, alteramos nuestra percepción para ver un mundo mejor.

Otra puede ser romper con el sistema, usando todos los medios legales e ilegales a nuestro alcance para ello. Las revoluciones han sido una forma de cambiar la realidad en muchos países y épocas. El peligro de este tipo de cambio es lo fácil que se manipula a las masas y el riesgo de poner en marcha mecanismos que generan violencia. La gran mayoría de ocasiones, la revolución cambia un mal gobierno por otro igual o peor. No olvidemos que somos más tontos de lo que creemos y los que dirigen estas revoluciones, o los que se aprovechan de esta dirección, levemente menos tontos o más crueles, acaban imponiendo su voluntad en detrimento de la de los sublevados.

Entre la introspección y la violencia, hay muchas otras vías de mejorar el mundo que nos rodea, evidentemente. La que personalmente más me gusta, por su efectividad y ausencia de daños colaterales (que considero inaceptables), es la de alterar el sistema desde dentro del sistema. Usar las reglas del juego para ganar al juego mismo. Evidentemente, esta opción es la más lenta y complicada, pero creo que es la más efectiva. En todo caso, depende de que los integrantes del propio sistema, votantes, contribuyentes, clientes de un banco, adquieran conciencia de que algo va mal y actúen, simplemente ejerciendo los derechos que el sistema les ha dado. Un votante puede votar, un contribuyente usar estrategias fiscales, un cliente de banco cambiar sus cuentas de entidad. Actuaciones que llevan algo de esfuerzo, pero tal vez no demasiado para la pereza que nos embriaga. Pese a que seamos algo tontos, el pueblo es soberano. Si decide que nada cambie, esta decisión es la acertada. Eso sí, después sus lamentos y quejidos no serán más que voces de una ópera bufa.


Entre las medidas que creo aplicables y, sin duda, cambiarían mucho la banca que nos ha tocado vivir, está la de ‘Velar por la independencia del poder político frente al poder financiero‘. Para ello deberíamos cambiar la normativa relacionada con la actuación inspectora del Banco de España y de la CNMV, quitando de las manos del poder político su capacidad de tutelar sus actuaciones. No hace falta cambiar en demasía la actual regulación financiera, si los reguladores-supervisores quieren y pueden hacer su trabajo. Los bancos temen al Banco de España, cuando actúa como tal y no como compañero de juergas.

Una medida compleja de aplicar y que puede generar efectos perversos es la de regular los salarios de los banqueros. Sin embargo, más que limitar las reglas del mercado, se ha de regular incentivos adecuados para que los salarios fluyan adecuadamente. Prohibir determinados bonus sin sentido, como los que se dan por conceder préstamos en lugar de por la poca morosidad de lo que se han concedido, arreglaría muchas cosas. Y es vital que se regulen las consecuencias de la falta de responsabilidad y diligencia, desde los empelados de banca hasta los directivos de los áticos del edificio central. No me importa que un profesional gane mucho dinero gestionando un banco, tarea muy compleja si se hace bien, pero a cambio, quiero que comprometa su patrimonio. Mucho poder requiere de mucha responsabilidad. Es un delicado ejercicio de cirugía económica establecer los límites, pero vale la pena la operación.

La banca no va a cambiar por propia voluntad o por la voluntad de los políticos de siempre, hipotecados hasta el cuello con los prestamistas que debería controlar. El cliente, el votante, el contribuyente, puede hacer que los bancos cambien.