31/10/13

El agotamiento del modelo sindical

Están nuestros sindicatos envueltos en su mayor escándalo desde el comienzo de la democracia. Las noticias sobre financiación ilegal, facturas falsas, connivencia con los políticos en el escándalo de los ERE falsos en Andalucía, etc. han llevado a estas instituciones a la peor crisis de credibilidad de su historia. Siendo muchos los que creen que su relación con la política, tanto a nivel institucional como a nivel económico ha contaminado la esencia misma del movimiento sindical en España.

Fue a mediados del siglo XIX cuando tuvo lugar el nacimiento del movimiento sindical en este país, aunque CCOO nació en 1976, una época marcada por profundas tensiones políticas y sociales y con importantes logros por parte de estas organizaciones. El punto álgido estuvo en los años de la Segunda República, donde sindicatos como el anarquista CNT, tuvieron un pronunciado, y desafortunado, protagonismo que acabó tras la Guerra Civil, con la instauración de un único sindicato afín al régimen.

Con la democracia volvieron con fuerza estas instituciones: el sindicato transversal fue sustituido por unos sindicatos ya no tan afines al gobierno, pero sí a los partidos políticos a cuya sombra siempre habían medrado. Es en estos tiempos demócratas en donde los dos sindicatos mayoritarios han logrado su mayor desarrollo con el enfrentamiento sistemático a todo lo que a reminiscencias del viejo régimen pudiera sonar. Siendo precisamente la antaño todopoderosa CNT, que nunca tuvo un partido político asociado, la que ya no ha logrado ni la sombra de la representatividad obrera que alcanzó.

Para ello han contado con fuentes de financiación que se han ido multiplicando conforme aumentaban las necesidades de los cada vez más aparatosos organigramas sindicales. Comenzaron financiándose con las asignaciones del estado y con las cuotas de los socios; a día de hoy reciben también del estado determinadas cantidades por asumir la formación de los trabajadores (el INEM, o sus sustitutos autonómicos, ya casi no imparten formación); además reciben ingresos por sus participaciones en entramados de sociedades que, en muchos casos, poco tienen que ver con su actividad sindical; y obtienen también ingresos por sus labores de asesoramiento a trabajadores, afiliados o no, como el porcentaje del 5 al 15% por la tramitación de los ERE. Y aun así, parece no bastar estas fuentes de financiación, debiendo buscarse otras menos ortodoxas y hasta menos legales, a la vista de los últimos acontecimientos.
¿Y en los países de nuestro entorno? En aquellos países donde los sindicatos se financian con asignaciones del estado, como Francia o Italia, se tiende a una mayor politización de los mismos y al oscurantismo respecto a su financiación, así como una mayor permisividad con las políticas económicas de sus respectivos gobiernos; en países cuya financiación corre a cargo exclusivamente de sus ingresos por cuotas sindicales, como Gran Bretaña o Alemania, se observa mayor transparencia y más independencia política.

Urge, por tanto, una renovación de los sindicatos. El pacto que permitió en su día la estabilidad suficiente para el establecimiento de la democracia debe ser revisado. Se les cedió entonces a los sindicatos poder político, financiación estable y concesiones de tipo patrimonial; a cambio, éstos aportaron paz social. Esto ha sido fundamental en la historia de la democracia: el hecho de que política económica, patronal y sindicatos hayan estado en consonancia salvo en casos puntuales ha tenido consecuencias positivas por la estabilidad creada, aunque ahora se empiezan a ver también las negativas, debidas sobre todo al agotamiento del modelo: los sindicatos deben ser independientes económica y políticamente de los partidos.

La pérdida de confianza en la que están inmersos, la falta de capacidad para reaccionar a las demandas de la sociedad, el acomodamiento de los cuadros sindicales en sus puestos, el descaro y la desvergüenza mostradas, no sólo en las tramas de financiación ilegal, sino en el mismo hecho de muchas de sus labores cotidianas (me gustaría que alguien me pudiera explicar cómo puede ayudar a la formación de un trabajador, en paro o no; un curso de risoterapia), nos han llevado a que muchos ciudadanos piensen de los sindicatos lo que piensan.